miércoles, 25 de noviembre de 2009

Tomar el cielo por asalto


 Por Daniela Monje (Magister en Comunicación, integrante del Equipo de Comunicación y ciudadanía del CEA)

Una consigna revolucionaria y a la vez poética del mayo francés proponía: “la imaginación al poder” y desafiaba con ello a una arquitectura estatal burocrática y violenta incapaz de hacer lugar a las voces de estudiantes, trabajadores y sindicatos, que luchaban por vivir en una sociedad pacífica y justa.
40 años adelante de aquel ideario y desde una situación social y política francamente distante, sigue siendo inspirador recuperar como legado la dimensión de incertidumbre que conforma a la política y que es capaz de dar lugar al cambio, aquella zona en la que la política es creación e imaginación para la transformación social.
La “imaginación” es una buena clave de lectura política para transitar la incertidumbre que se abre para los actores públicos y comunitarios a partir de la sanción de la ley Nº 26.522 de Servicios de Comunicación Audiovisual, porque sin desconocer que hay mucho camino recorrido en verdad, queda mucho por hacer.
Para empezar es necesario fortalecer lazos y estimular encuentros entre actores diversos: las universidades, los pueblos originarios, las cooperativas, los sindicatos, las organizaciones sociales a partir de su reconocimiento y jerarquización en la norma constitucional irrumpen con otra fuerza en un ecosistema de medios consolidado durante décadas en torno al sector privado-comercial. Aún con procedencias tan diversas estos actores comparten una cualidad central: no consideran a la comunicación como un bien lucrativo, sino en cambio como bien social y este punto de partida potencia un accionar conjunto y es sin dudas un diferencial significativo, a la hora de imaginar una comunicación emancipadora, diferente, capaz de cautivar, educar e informar a las audiencias a partir de otros códigos, lo cual no implica desconocer saberes y tradiciones sino por el contrario asumir otros desafíos como el de disputar sentidos en otra escala y avanzar hacia la construcción de ofertas no solo radiales sino televisivas de amplio alcance que compitan por audiencias masivas .
Claro que el problema no se resume en la diversidad de contenidos en términos de alternatividad sino que tiene un componente de desigualdad sustantivo. Partimos de una zona de profundas asimetrías, de capital, tecnológicas, de audiencias con la enorme tarea de disputar sentidos sociales frente a una oferta de medios autorreferencial, con un repertorio que conjuga altas dosis de banalidad, violencia, escatología, tragedia, espectacularización, miedo. Frente a ello es indispensable recuperar los sentidos valiosos que nos dan identidad como comunidad y hacerlos circular “tomando el cielo por asalto”.
Una tarea central en este camino consiste en actualizar y dar cursos de acción a dos ejes centrales del proceso de democratización de las comunicaciones: acceso y participación y no se trata de vincular estos sentidos solamente a los públicos sino también a los radiodifusores que desde el sector público y comunitario deberán sortear barreras tecnológicas y presupuestarias pero además culturales. En necesario por tanto trabajar teniendo a la sociedad como aliada haciéndolos parte de un proyecto de democratización de las comunicaciones que en verdad hace parte de una idea más amplia de igualdad, justicia y equidad sociales.
Si como advertía Arlt en los ´30 “el futuro es nuestro por prepotencia de trabajo”, debemos reconocer que nada será sencillo de ahora en adelante. Somos muchos y diferentes, no es posible partir de un grado cero de desigualdad, pero esa quizás sea la fortaleza y no el límite.

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